INTELIGENCIA EMOCIONAL

¿Por qué a algunas personas les va mejor en la vida que a otras? ¿Por qué algunas, con alto coeficiente intelectual y que se destacan en su profesión, no pueden aplicar esta inteligencia en su vida privada, que va a la deriva, del sufrimiento al fracaso? ¿Y por qué otras con un alto coeficiente intelectual terminan trabajando para otras que tienen un CI más bajo, pero que saben conectarse, influir y relacionarse mejor? La respuesta está en las emociones y en la capacidad para percibirlas, entenderlas y manejarlas: la INTELIGENCIA EMOCIONAL. Las últimas investigaciones han aportado pruebas convincentes de la inseparabilidad esencial de la emoción y el razonamiento: sin sentimientos, las decisiones que tomamos pueden no ser las que más nos convienen, aunque hayan sido tomadas con aparente lógica.

La inteligencia emocional es parte de nuestra inteligencia global, una parte a menudo negada y desdeñada, opacada por el brillo de la razón y del coeficiente intelectual, más fácil de definir y medir. En la medida en que nuestras emociones entorpecen o favorecen nuestra capacidad para pensar y planificar, para llevar a cabo el entrenamiento con respecto al logro de una meta distante y para resolver problemas y conflictos, definen el límite de nuestro poder para utilizar nuestras habilidades mentales innatas, y así determinan nuestro desempeño en la vida. Y en la medida en que estamos motivados por sentimientos de entusiasmo y placer, directos o indirectos, con respecto a lo que hacemos, esos sentimientos nos conducen a los logros. Es en este sentido que la inteligencia emocional es una aptitud superior, una capacidad que afecta profundamente a todas las otras habilidades, facilitándolas o interfiriéndolas.

La inteligencia emocional es un conjunto específico de aptitudes que se hallan implícitas dentro de las capacidades abarcadas por la inteligencia social. Las emociones aportan importantes implicaciones en las relaciones sociales, sin dejar de contribuir a otros aspectos de la vida: cada individuo tiene la necesidad de establecer prioridades, de mirar positivamente hacia el futuro y de manejar las emociones negativas antes de caer en la ansiedad o la depresión. La inteligencia emocional se pone de manifiesto cuando operamos con información emocional; es un conjunto de talentos o capacidades organizadas en cuatro dominios: capacidad para percibir las emociones de forma precisa, capacidad de aplicar las emociones para facilitar el pensamiento y el razonamiento, capacidad para comprender las propias emociones y las de los demás (empatía) y capacidad para controlar las propias emociones. Estas habilidades, como todas, pueden ser aprendidas con el tiempo y la práctica.

El concepto de inteligencia emocional tiene un precursor en el concepto de inteligencia social del psicólogo Edward Thorndike, quien en 1920 la definió como "la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachos y muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas". En 1983, Howard Gardner, psicólogo de la Universidad de Harvard, proponía la Teoría de las inteligencias múltiples descartando que el ser humano sólo tuviera un tipo de inteligencia. En su libro Frames of Mind estableció ocho tipos de inteligencias: la lingüística-verbal, la lógica-matemática, la corporal-cinestética, la visual-espacial, la musical, la emocional (que se dividiría en la intrapersonal y la interpersonal), la naturalista y la existencial. Posteriormente, sus colegas investigadores llegaron a describir hasta 20. La expresión "inteligencia emocional" la introdujeron por primera vez en el campo de la psicología en 1990 los investigadores Peter Salovey y John D. Mayer definiéndola como "la capacidad de percibir los sentimientos propios y los de los demás, distinguir entre ellos y servirse de esa información para guiar el pensamiento y la conducta de uno mismo". Este concepto sería presentado mediáticamente por Daniel Goleman en 1995 con un libro de gran éxito. En su libro La inteligencia emocional en la empresa (1998) se refiere a la "inteligencia emocional" como "la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y de manejar bien las emociones, en nosotros mismos y en nuestras relaciones".

Como Mark Twain dijo aprendemos a través del corazón, no a través de los ojos o del intelecto.